Terroir
Progreso – Canelones
Hace 25 millones de años durante el período terciario, en la época llamada Oligoceno, el clima era cálido y semihúmedo, y aún habitaban en Progreso animales de gran porte que evolucionaron luego de la desaparición de los dinosaurios 40 millones de años antes de esa época, aunque el clima estaba cambiando nuevamente a un sistema más seco y frío donde la vegetación comenzó a desaparecer junto con muchas especies animales.
El suelo en ese momento estaba compuesto por finas partículas de polvo transportadas por el viento, proveniente de la desintegración de rocas primarias, las cuales se depositaron ordenadamente en capas (sedimentación), formando un curioso microrelieve ondulado que se denomina “gilgai”, este material llamado limo (loess) es muy rico en un tipo de arcillas denominada esmectitas. Las raíces de las plantas antiguas y los microorganismos que vivían asociadas a ellas, murieron dejando espacios que se calcificaron dando origen a las concreciones de carbonato de calcio que hoy observamos.
Estas características del paleosuelo o suelo prehistórico, sometidas al clima actual, con lluvias homogéneas a largo del año, temperaturas promedio anuales de 17 grados, con veranos cálidos deficitarios en humedad, e inviernos contrastantes en temperatura pero suaves, generaron los suelos actuales denominados Vertisoles. Su nombre se inspira en los movimientos verticales que estos suelos tienen en su ciclo anual, y que nos llevó a definirlos como un terroir muy adecuado para vinos de calidad, las arcillas originales fueron generando estructuras más complejas (arcillas expansivas), con capacidad de contraerse en verano al deshidratarse, generando grietas muy profundas que permiten airear las capas inferiores, permitiendo el arraigamiento de los vegetales en esa zona, a la vez de recibir nuevos sedimentos que transportados por el viento y el agua caen en las gritas y se depositan en lo más profundo del perfil, durante el invierno las arcillas se hidratan, las grietas se cierran, y todo vuelve a comenzar. Si nos imaginamos este ciclo repetido una y otra vez durante miles de años podemos visualizar como el suelo adquiere el movimiento vértico que lo caracteriza, y le otorga la aptitud vitícola que descubrimos en ellos: profundidad de arraigamiento, restricción moderada de agua en maduración y balance nutricional.
La superficie del suelo actual es suavemente ondulada, pero la profundidad de la capa fértil del suelo es variable respetando el microrelieve gilgei de los limos que le dieron origen. La distancia al mar es de 23 km. Estas características permite llegar al final de la madurez con uvas concentradas en aromas frutales, alta calidad en polifenoles de la piel y mantener un balance perfecto de acidez. Es un terroir ideal para el Tannat, resultando en vinos equilibrados con taninos dulces y excelente aptitud de guarda.