Terroir

Carmen – Durazno

A finales del período devónico hace 400 millones de años, existió una gran cantidad de eventos tectónicos, y procesos de erosión asociados al período glacial del gondwana, cuando los continentes de América y África que hoy conocemos comenzaban su separación.

En esta región durante esa era existía un mar prehistórico (mar devónico) de poca profundidad, que transportó pequeños granos de arena (areniscas de La Paloma) resultantes de la erosión de rocas primarias de origen volcánico, ricas en minerales de cuarzo y feldespato, y las depositó en su lecho en capas que luego se conglomeran para dar nuevamente un aspecto de roca (roca sedimentaria), pero la cual se puede romper con bastante facilidad. Muchos de los animales marinos que morían quedaron cubiertos por estas capas de arena dejando una marca con su forma (icnofósiles).

Cuando el mar se secó, ya en el periodo cretácico hace 100 millones de años los depósitos de areniscas continuaron pero en un clima más continental, trasladadas por el viento en un clima seco (Formación Mercedes) los granos de arena eran un poco más grandes y se formaron algunas masas de carbonato de calcio (clastos calcáreos), ya al final del período volvió a ocurrir un cambio climático, con condiciones más húmedas que provocaron una liberación de sílice y óxido de hierro con intercalaciones de Caliza, formando granos de arena más fina y un aumento de arcilla.

Estas areniscas devónicas y cretácicas son las únicas de su tipo en Uruguay que soportaron el desgaste erosivo de los sucesivos cambios climáticos que sufrió el planeta durante millones de años hasta llegar al clima actual, templado a cálido con una temperatura media anual de casi 18 ºC y lluvias distribuidas en forma homogénea a lo largo de al año. En estas condiciones los vegetales colonizaron enriqueciendo el suelo moderno en materia orgánica, en una sustrato con arcillas pero muy rico en arena fina proveniente de la roca sedimentaria que le dio origen. Cuando estudiamos su potencial vitícola vimos que la combinación de un suelo que permita dejar percolar el agua de lluvia con facilidad por su componente en arena, en un sustrato pobre nutricionalmente, que restrinja el desarrollo vegetativo, y una temperatura un poco más elevada que los tradicionales terroris del país por encontrarse a 170 km del mar, nos permitiría completar perfectamente la maduración de variedades de ciclo largo y vigorosas como el Cabernet Sauvignon, entre otras. Y así fue, obteniendo alta concentraciones de antocianos y semillas maduras, produciendo vinos con excelente volumen y taninos suaves.